viernes, 6 de noviembre de 2009

"Vemos la realidad a través de filtros"

FOTO : MEDIOPOLIS


Cuando lanzaron “La madre de todas la batallas” y redujeron el conflicto “K vs. Clarín” no dejaron traslucir que no sólo la pelea pasaba por la pérdida de rentabilidad de los grupos multimedia sino que la guerra era esencialmente sobre el control social, la instalación del pensamiento único, el manejo de la agenda de opinión pública y el poder de penetración en la sociedad.
“Dejarán de fijar la agenda”, exclamaban eufóricos desde el oficialismo, después de la favorable sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual desterrando el Decreto Ley de la dictadura modificada con la complicidad de sucesivos decretos de necesidad y urgencia o leyes que respondieron a los grupos multimediales en la década menemista. La pregunta por estas horas es : ¿alcanzará una normativa para desmonopolizar las ideas y las palabras en la Argentina? Desde los grandes medios se escucha decir que esta ley “promoverá una prensa más débil y dócil frente al poder político”, tratando de fundamentar la concentración de medios - ante ciertas cláusulas antimonopólicas que contiene la flamante Ley 26.522 - después de años de uso y abuso privado de un bien social como es el espectro radioeléctrico.
¿Podremos pasar de un pensamiento único a uno diverso a partir de la tan anunciada desmonopolización?
Ricardo Forster - investigador y profesor de Historia de las Ideas en la Universidad de Buenos Aires - dialogó con MedioPolis sobre este interrogante puntualizando la posición ideológica – político - económica de las grandes empresas periodísticas “la corporación mediática se inscribe en el neo liberalismo” y detalló: “El neoliberalismo no es solo una transformación económica, no es solo el desguace del Estado para ponerlo al servicio de una legislación puramente vinculada a las necesidades del mercado y a la concentración del capital. El liberalismo no es solamente la desindustrialización de países como el nuestro y la apertura a economías globales. El neoliberalismo ha sido y es un proceso de transformación simbólico cultural muy significativa, es decir ha trabajado las conciencias, ha trabajado sobre la producción de subjetividad, ha naturalizado su propia concepción del mundo, sus propios valores para interiorizarlos en la cotidianeidad del hombre y la mujer común. Ha quebrado viejas estructuras valorativas. Ha quebrado las formas de interrelaciones sociales. Ha fragmentado la sociedad. Ha proyectado exponencialmente una lógica hiperindividualista y ha construido lo que, para simplificar podemos llamar el “ciudadano consumidor”.
Cuando decimos que los grandes medios de comunicación son en definitiva el aparato reproductor del sistema no se está hablando solamente de influir en la opinión pública o instalar la agenda de temas que se quiere que una sociedad discuta sino que es más profundo: “el lenguaje de los medios audiovisuales impregnan las formas de conciencia contemporáneas e impregnan las formas de construcción de subjetividad” dice Forster, impulsor de Carta Abierta, espacio de intelectuales que apoyan al actual Gobierno y reflexiona “de tal modo que no hay ninguna ley, por mas buena que sea, que pueda impedir el proceso de espectacularización de nuestras sociedades y el proceso de captura en gran medida de las conciencias y del sentido común” y puntualiza: “Los medios de comunicación no son la totalidad de la producción de la conciencia pero ocupan un lugar fundamental en la reproducción de la ideología del sistema”.
Lo cierto es que hoy el 80 % de los contenidos se concentran en cuatro grupos, después que en los ´90 se comenzará con un proceso de monopolización y extranjerización de la prensa, modificando la Ley 22.285 para el ingreso de las empresas periodísticas de medios gráficos a la radiodifusión, el permiso para la compraventa de acciones y los cambios de titularidad, el aumento en la cantidad de licencias de radio y televisión o la suspensión de los plazos. Es por ello que los medios electrónicos han puesto en evidencia: “lenguajes audiovisuales como formas técnicas, productoras de sensibilidad como lenguajes que se despliegan de una manera exponencial en la cotidianeidad y producen estructuras subjetivas, formas culturales imaginarias que van definiendo nuestros modos de relacionarnos con el mundo, con la realidad, nuestra percepción del tiempo, del espacio y los modos que podemos o no estructurar un pensamiento crítico” advierte el escritor y ensayista.





Desde que comenzó el debate hemos escuchado opiniones y argumentaciones a favor y en contra del proyecto de ley que hacían eje en el control del espectro (autoridad de aplicación) y la rentabilidad de las empresas poseedoras de licencias (cantidad de licencias, plazos de entrega, desinversión, derechos adquiridos). Y tal vez el punto más sobresaliente de esta nueva normativa sea el ingreso de nuevos actores (cooperativas, asociaciones, pueblos originarios, universidades, entre otros) que podrán acceder a la radiodifusión a pesar que una gran deuda aún será la no definición de los medios comunitarios, alternativos o populares que quedarían afuera. El filosofo Ricardo Forster - especialista en Walter Benjamín y en la escuela de Frankfurt - justifica la iniciativa “Sin caer en un optimismo demasiado ingenuo, sin duda que una ley que desmonopolice y que logre romper el proceso de concentración en pocas manos de la circulación de la información y comunicación en cualquier sociedad, es al menos un punto interesante para generar condiciones de distribución más democráticas y por lo tanto habilitar otras voces, otros actores, otras perspectivas”.
Muchos ven la ley como un primer paso, dicen que es perfectible y que la reglamentación y su puesta en práctica podrá refinar ciertos baches, aunque en este camino de la desmonopolización aún quede redefinir que los medios gráficos no accedan a frecuencias, desconcentrar la propiedad sobre Papel Prensa, la futura convergencia digital, la distribución transparente y equitativa de la publicidad oficial y la más optimista: una actualización del plan técnico de frecuencias radioeléctricas que no sólo sea la escoba de limpieza del espectro sino la creación de nuevas ondas que permitan más voces, mas ideas, más palabras. De lo contrario continuará el sojuzgamiento de la sociedad, si bien un 62 por ciento no quiere más monopolios de comunicación otro gran porcentaje sigue teniendo simpatías, aceptación y familiaridad hacia los medios y sus portavoces que penetran día a día en sus hogares, según una encuesta de Ricardo Rouvier & Asociados. El representante de los intelectuales a favor de una radiodifusión para la democracia intenta explicar que “Los Tinelli son la esencia de la televisión, eso no significa que la televisión sea sólo Tinelli y que no sea posible interrumpir el discurso monocorde con algún tipo de programación que tenga la posibilidad de mostrar otras formas de percepción de la vida, de la cultura” y agrega que hay “un cruce y relación muy profunda entre los lenguajes mediáticos y el momento globalizado del capitalismo contemporáneo, a lo que hay que agregarla la complejidad de las nuevas tecnologías de la información y comunicación que vuelven más difícil de discernir mecanismo de sometimiento”.
En esta sociedad espectacularizada, los lenguajes mediáticos son generadores de una conciencia acrítica. Sin pensamiento crítico vemos la realidad a través de un prisma, de filtros que cual mandíbulas gigantes mastican nuestras realidades que “reducen la complejidad de la vida a simplificaciones cada vez más brutales y a sistemas de percepción cada vez más neo analfabeto” afirma el profesor Forster y ensaya un deseo: “Yo quizás sea utópico o quizás sea un anacrónico pero no creo que sea posible una sociedad más democrática, con una vida más digna para el conjunto de la sociedad si no somos capaces de identificar este proceso de colonización de las conciencias que viene de la mano las grandes corporaciones económico-mediática, que insisto son el corazón y el núcleo vital de la reproducción de un sistema de injusticias y desigualdades, le guste o no le gusta a –entre comillas- `periodistas’ que representan y reproducen el interés de la corporación mediática”.

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